En términos médicos la sordera es llamada hipoacusia, que quiere decir, falta de audición total o parcial. Es uno de los problemas más graves que pueden afectar a un niño. Los padres deben observar el comportamiento del bebé durante sus primeros meses de vida ante los estímulos sonoros. Durante los dos primeros meses de vida el recién nacido parpadea, se despierta o se asusta ante ruidos fuertes y de alta intensidad; la voz de su madre es capaz de tranquilizarlo y pone atención en escucharla. A los 3 y 5 meses de vida dirige la mirada y gira la cabeza hacia la fuente de sonido y entre los 6 y 9 meses es capaz de buscar la fuente de la voz o del sonido moviendo la cabeza y el cuerpo para observarla. Los padres deben consultar de inmediato al Pediatra si piensan que su hijo no oye bien.
La consecuencia más grave de la sordera, sino se detecta a tiempo, es la ausencia del lenguaje. Un niño sordo puede tener un desarrollo aparentemente normal hasta los 18 o 24 meses de vida, en los que, un retraso en la adquisición del lenguaje puede ser normal, por lo que se puede pasar por alto que el niño sea sordo. El problema de una detección tardía es que estos niños no hablan porque no oyen, por lo que la detección y el tratamiento deben ser lo más precoces posibles para que el niño desarrolle el lenguaje.
Los signos de alarma en el desarrollo del lenguaje que deben hacer sospechar de la presencia de una hipoacusia son:
6 meses: no emite sonidos ni balbucea
12 meses: no oye sonidos (timbre, teléfono), no reconoce su nombre
15 meses: no imita palabras simples
24 meses: no dice palabras (10)
36 meses: frases de dos palabras
48 meses: frases sencillas
La sordera no afecta solamente al niño, sino a todas las personas que le rodean: familiares, amigos y profesores. Es por este motivo que su detección precoz debería ser una prioridad.
Causas de la sordera en el recién nacido
Aproximadamente de 1 a 3 de cada 1000 recién nacidos son sordos. A grandes rasgos la mitad de los casos de sordera en el recién nacido son de causa hereditaria o genética (generalmente son los casos más graves). Por ello es importante informar al Pediatra si existe algún caso de sordera en la familia. Algunas formas hereditarias de sordera asocian otras malformaciones o problemas físicos como el síndrome de Waandenburg o el de Usher. Otras causas que pueden producir sordera en el recién nacido son las infecciones intrauterinas o los efectos secundarios de algunos medicamentos si se toman durante el embarazo.
El 80% de las sorderas infantiles están presentes en el nacimiento y el 95% de los niños sordos nacen en familias sin antecedentes de sordera.
Factores de riesgo de sordera en los niños
Existen factores que hacen necesario un cribaje de sordera cuando el niño nace y son niños que deben ser seguidos de cerca por el Pediatra y sus padres.
Los factores de riesgo en el recién nacido son: antecedente familiar de sordera, infecciones intrauterinas (citomegalovirus, rubeola, sífilis, toxoplasmosis o herpes), malformaciones de la cabeza y el cuello, hiperbilirrubinemia grave, prematuridad y peso por debajo de los 1.500 gr, meningitis neonatal, toma de fármacos ototóxicos durante del embarazo, puntuación de APGAR bajo al nacer, ingreso en la UCI neonatal con ventilación mecánica durante más de 5 días y síndromes genéticos que asocian sordera.
Aproximadamente un 30% de las sorderas aparecen tardíamente cuando el niño es mayor de dos años. A partir de los dos años la observación del niño por parte de sus padres y educadores es fundamental para detectar precozmente la hipoacusia. Los factores de riesgo para padecer sordera en el niño mayor son: otitis media o serosa recurrente durante más de tres meses, traumatismo craneoencefálico grave, retraso en la adquisición del lenguaje, meningitis o uso de medicamentos ototóxicos.
Consecuencias del retraso en el diagnóstico de la sordera
Existen consecuencias a varios niveles:
Aprendizaje: el niño presenta un retraso en los aprendizajes en la escuela, no muestra interés por las actividades y tiene dificultad de memorizar canciones o poemas. El profesor puede notar que el niño no es capaz de recordar las indicaciones que se le han dado, que copia las actitudes de sus compañeros y le cuesta mucho aprender conceptos nuevos. Normalmente las relaciones con el resto de alumnos no son buenas y tiende al aislamiento.
Lenguaje: su desarrollo es muy lento o inexistente, utiliza unas estructuras lingüísticas muy sencillas y no se le entiende cuando habla. Tiene problemas de dicción y le cuesta aprender palabras nuevas o relatar una historia. El niño con un déficit en la audición tiene problemas para leer y escribir.
Relaciones sociales: tiene un periodo de concentración muy corto, le cuesta mantener una conversación larga, no participa en los juegos con otros niños, se distrae con frecuencia, no le entretienen las películas ni los cuentos relatados, dice mucho “¿qué?”, parece que no obedece las órdenes que se le dan verbalmente. Muchas veces se etiqueta a estos niños como muy movidos, desobedientes y distraídos.
¿Cómo se diagnostica la sordera en el recién nacido?
Hoy en día está ampliamente aceptado que la detección de la hipoacusia infantil dentro del primer mes de vida, diagnosticarla a los 3 meses e iniciar el tratamiento en los primeros 6 meses, son básicos para evitar o minimizar importantes alteraciones en el niño. La única manera de alcanzar este objetivo es mediante la implantación del cribado auditivo universal a todos los recién nacidos.
Se utilizan dos métodos para evaluar la capacidad auditiva del bebé:
Otoemisiones acústicas (OEA): evalúa el funcionamiento del oído interno cuando es estimulado. Es una prueba muy sencilla que sirve para el cribado de la sordera en el recién nacido y que debería realizarse a todos los bebés al nacer.
Potenciales auditivos evocados (PEA): examina la respuesta eléctrica del cerebro al sonido para evaluar si el oído funciona correctamente. Es la prueba que da el diagnóstico definitivo.
La incorporación de la detección precoz de hipoacusia en recién nacidos persigue:
Identificar desde el nacimiento cualquier deficiencia auditiva.
Iniciar el tratamiento y rehabilitación precoz.
Permitir el mejor desarrollo del lenguaje oral.
Conseguir la integración del niño/a con discapacidad auditiva.
Mejorar su comunicación, desarrollo intelectual, emocional, social, rendimiento escolar y su futuro profesional.
Tratamiento
Cuando el niño es diagnosticado de hipoacusia el tratamiento debe ser multidisciplinar con la colaboración del pediatra, otorrino, logopeda, psicólogo y audioprotesistas. Es fundamental en el momento del diagnóstico la colaboración con la escuela y la ayuda de las asociaciones de sordos de cada Comunidad Autónoma.
El tratamiento consiste en la estimulación precoz del niño, un tratamiento logopédico adecuado y un tratamiento audioprotésico mediante audífonos o implante coclear.
Los implantes cocleares
Un implante coclear es un dispositivo electrónico que puede ayudar a oír a personas que sean sordas. No restablece la audición normal, sino que proporciona al niño sordo una comprensión útil de los sonidos ambientales y le ayuda a comprender el habla. Es decir, tiene una función completamente diferente a un audífono, cuya función es tan solo, amplificar los sonidos para que el oído pueda detectarlos. Los implantes cocleares estimulan directamente al nervio auditivo, evitando el oído dañado, por lo que la audición por medio de un implante coclear lleva un periodo de aprendizaje.
El implante tiene dos partes: una externa que se sitúa detrás de la oreja, y una interna que se coloca debajo de la piel mediante una pequeña intervención quirúrgica. Este complejo dispositivo viene equipado con:
Micrófono: capta los sonidos del ambiente
Procesador del habla: selecciona y organiza los sonidos que capta el micrófono
Transmisor y receptor/estimulador: reciben las señales del procesador del habla y las convierten en impulsos eléctricos
Electrodos: recogen los impulsos del estimulador y los envían al nervio auditivo
Los niños que pueden recibir implantes cocleares son aquellos que presentan graves dificultades auditivas; lo más adecuado es implantarlo lo más precozmente posible. Este dispositivo les proporcionará la capacidad de conversar sin necesidad del lenguaje de signos ni de leer los labios.
Dra. Esther Martínez García
Especialista en Pediatría
Médico consultor de Advance Medical
1 comentario:
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