Las disfasias expresivas se caracterizan porque el niño presenta un lenguaje expresivo por debajo de lo normal teniendo en cuenta su edad. Esto se manifiesta en un vocabulario reducido, errores en tiempos verbales que ya debería haber adquirido, dificultades para nombrar las cosas, falta de fluidez verbal, emisiones verbales demasiado cortas y un ritmo de lenguaje expresivo inadecuado.
A diferencia del Trastorno mixto del lenguaje, el niño con un disfasia expresiva comprende lo que otros le dicen de forma adecuada teniendo en cuenta su edad y desarrollo.
Las disfasias expresivas no van a suponer invariablemente un retraso de la capacidad intelectual del niño. Es decir, un niño con un problema de disfasia expresiva no tiene porque tener unas capacidades intelectuales inferiores a lo normal.
Las dificultades de expresión de lenguaje pueden variar desde el casi mutismo del niño hasta pequeños problemas y errores no adecuados a su edad. La gravedad del trastorno va a determinar el pronóstico del mismo. En casos leves, el niño puede llegar a superar el trastorno sin intervención, sin embargo, en los casos más graves las dificultades con el lenguaje pueden persistir muchos años y repercutir en otras áreas y habilidades como la lectura, escritura y el rendimiento escolar.
Las dificultades de comunicación que acarrean las disfasias expresivas pueden tener consecuencias negativas en las relaciones sociales que el niño trate de establecer de forma temprana. Además, suelen ir asociados problemas de comportamiento debido a la dificultad que tienen para expresar sus deseos y retrasos en el aprendizaje.
Generalmente la disfasia expresiva comienza a ser evidente a partir de los dos años de edad, pero el diagnóstico no suele ser anterior a los tres años. En estos casos, es importante realizar un diagnóstico adecuado a la edad más temprana posible para poder realizar la intervención lo antes posible y atenuar así, las consecuencias negativas que este trastorno tiene en la vida del niño.
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