LOS DOS AÑOS : TIEMPO DE OPOSICIÓN
En cuanto el bebé abandona los pañales, y puede desplazarse y apenas decir
algunas palabritas comienza su fase de negativismo.
Esta es la primera prueba a la que se ven sometidos los padres, y es entonces
cuando padres comienzan a añorar los primeros meses, cuando el bebé sólo
molestaba algunas veces por la noche
Este período de oposición se ubica entre los dieciocho y treinta meses, pero su
período más agudo no dura más que unas pocas semanas. El niño aún no posee
mecanismos de autocontrol. Los padres no pueden ni deben adoptar una actitud
pasiva ante ciertas exigencias del niño.
Si en el período anterior la confrontación del niño con la voluntad de los padres ha
funcionado, después de los dieciocho meses, comprende mucho mejor lo que se
espera de él. Si bien es buena señal que se niegue, no obstante le es necesario
encontrarse con una firmeza inamovible. Ser firme no implica ser severo y
debemos mostrarnos inflexibles sólo en lo esencial.
Si bien este es un duro período para los padres, no deja de tener su encanto pues
van viendo surgir la personalidad de su hijo.
Ya vimos que la educación de los niños debe tener como objetivo fundamental el
desarrollo de personas maduras, responsables y autónomas. Si bien el afecto, la
ternura y la comunicación son instrumentos básicos para conseguir este resultado,
no debemos dejar de lado el imponer unos límites claros y coherentes, aunque
sea complicado e ingrato, es más que necesario.
Si bien, a los padres muchas veces les resulta más fácil o cómodo decir "sí" a todo
aquello que piden los hijos o dejarles hacer lo que quieren, debemos saber que
decir un "no" a tiempo también es conveniente y necesario. Así, enseñaremos a 2
los niños a interiorizar unas normas y conseguiremos transmitir una disciplina que
harán suya desde pequeños hasta que, progresivamente, se responsabilicen de
su comportamiento.
El bebé en esta etapa comienza a adquirir una serie de destrezas motoras, subir y
bajar escaleras, asir los objetos de forma firme, maneja los controles remotos,
enciende el televisor, comprende muchas de las palabras que se pronuncian en su
presencia y sabe expresar sus deseos, en síntesis, ya se le puede exigir que se
comporte como un nene más grande.
Resulta divertido ver cómo desde muy pronto los niños aprenden a decir "no". Se
niegan a ir a la cama, no quieren lavarse las manos antes de comer, nunca
quieren recoger su habitación, mientras que a los padres les cuesta llevarles la
contra y mantener firmes ciertos criterios. No se trata de ser rígidos e
intolerantes, ni de convertirse en unos padres despóticos y autoritarios que
siempre se opongan a los deseos de sus hijos, sino de entender la realidad y
posibilidades de los pequeños en cada etapa de su desarrollo, mostrándoles
convenientemente lo que pueden y no pueden hacer, lo que está permitido y
lo que no lo está.
Sabemos que durante los primeros años el "no" es una manera de frenarlos, de
protegerlos, ya que los niños y niñas, llevados por su curiosidad, comienzan muy
pronto a explorar su entorno y su afán descubridor puede llevarles a menudo a
situaciones peligrosas: poner los dedos en un enchufe, llevarse cosas a la boca,
etcétera. Hay que tener en cuenta que, en ese momento, para ellos resulta difícil
entender las consecuencias de su acción y olvidan nuestras advertencias. Por eso
tenemos la impresión de pasar todo el día con la negativa en los labios.
A medida que los padres dicen no aumentan los enfrentamientos, nadie es capaz
de prever la energía de un bebé de dieciocho meses. Ante los “no” de los padres,
surge el riesgo de la escalada de mal humor
El niño se convierte en un especialista en berrinches, tirándose al piso y llorando
cuando por ejemplo la familia está de compras
Puede ocurrir que la atmósfera familiar se degrade, y entonces el niño se niega a
todo porque se encuentra encerrado en un círculo vicioso, sabe de antemano que
le dirán “no” y entonces cada vez aumenta más sus demandas. Si el niño
descubre en este período que su único recurso es la cólera se avecinan entonces
años difíciles, primará entonces la ley de la selva: el que sea más fuerte. Esta
edad es determinante para los años por venir, es un período de prueba para la
familia, los niños de mal carácter hacen padecer a toda la familia y comienzan los
reproches recíprocos entre los padres.
A partir de los 2 ó 3 años pueden empezar a discriminar entre lo que es posible y
lo que está prohibido. A medida que dominan el lenguaje están preparados para
entender los motivos de las prohibiciones, por eso es el momento para explicarles 3
por qué no deben acercarse a una estufa encendida o bajarse de una acera y no
simplemente decirles "no toques" o "no hagas".
El niño comienza a tener un período de grandes hallazgos, el primero de estos
hallazgos le permite advertir que es una persona separada de las otras y de los
objetos ambientales
El niño se da cuenta que puede correr mientras que los sillones no son capaces
de hacer lo mismo Sus focos de interés van cambiando día a día en relación con
sus desplazamientos. Se siente un rey porque basta cambiar de lugar para que
todo cambie. Los padres se sentirán fatigados ante tanto movimiento y aparece la
tendencia a exigirle que se quede quieto, para los padres estos movimientos
parecen sin sentido, mientras que él sabe lo que hace, y esto no tiene nada de
malo.
En este momento el niño adquiere dominio de los objetos, los apila, los esconde,
para experimentar el placer de reencontrarlos o para jugar una broma a los
padres. Puede alcanzar éxitos mayores como el llevar una taza con líquido sin que
se le vuelque el contenidos. Puede llevar la cuchara a la boca de forma correcta.
Hace otros descubrimientos -como el interruptor de la luz -que para él aún resultan
mágicos, se da cuenta que cuando de posición el interruptor la luz se apaga o se
prende, entonces quiere repetir una y otra vez esta hazaña, los padres no deben
irritarse y aprovechar el momento para explicarle la utilidad de este hallazgo.
Un buen ejercicio para que los padres no se irriten es pensar en las cosas que
hacemos los adultos cuando descubrimos algo nuevo que nos gusta. Debemos
acompañarlos, ayudarlos y alentarlos para que hagan “funcionar sus nuevos
poderes”
No estamos diciendo que hay que dejar al niño hacer lo que quiera, es necesario
distinguir aquello que enriquece a su persona y aquello que es inútil e incluso
nocivo. El arte consiste en favorecer las experiencias positivas desviándolo de lo
que debe prohibirse, es decir proponerle que se interese en otra cosa en lugar de
oponerse mediante una interdicción exagerada. Es este el momento de comenzar
una educación del autocontrol, un dominio que provenga de él mismo y no de una
frustración impuesta.
Tengamos en cuenta que todavía es muy pequeño y sus posibilidades de lograr el
autodominio son aún débiles Lo intentará muchas veces y fracasará, estos
fracasos serán seguidos por berrinches, no debemos interpretar éstos últimos
como indicadores de agresividad. Cuando quiere hacer algo a pesar de la
prohibición lo guía una especie de convicción de que está aprendiendo a vivir, no
es aconsejable frenar esta pulsión: los padres deben solamente tomarse la
molestia de proponerle ejercicios que reemplacen estas “malas conductas”. Este
cambio de orientación propuestos por los padres, es suficiente para enseñarle al
niño a no seguir todos sus caprichos, y, en consecuencia a dominarse. 4
El adquirir el control de esfínteres le brinda quizás una gran sensación de
autonomía. Debemos saber también que este control puede convertirse también
en un arma de rebelión: el niño puede tener “accidentes” provocados a propósito
para demostrar que él es el más fuerte. Esto no debe ser interpretado como un
deseo de hacer el mal, se trata simplemente de un ejercicio de fuerza.
Aquí lo más importante resulta la autonomía del niño. Si se olvida de “pedir”,
porque no se dio cuenta, significa que todavía no domina su cuerpo, si lo hace “a
propósito”, resulta paradojalmente una buena señal. Es responsabilidad de los
padres hacer cambiar esta “mala” conducta” en una “conducta eficaz”
Al niño le molesta que sus padres se ausenten y mostrará mal humor ante aquel al
que se siente más ligado.
Nunca resulta fácil decir "no", ni todas las familias son iguales. Cada una tiene su
forma de educar a los hijos pero, aunque a veces y en determinadas edades sea
difícil encontrar el término medio entre dejarles hacer y prohibirles, lo más
importante es ser coherente y mantener la decisión con los razonamientos
más convenientes para cada ocasión. Es posible cometer algunos errores ya
que muchas veces un "no" responde más al estado de ánimo de los padres o
a nuestros propios temores más que a la situación concreta que se está
sancionando. En estos casos los niños pueden darse cuenta de la arbitrariedad de
nuestra decisión e incluso, si son mayores, cuestionarla. Es entonces el momento
de hablar con ellos y enseñarles que los padres, como los hijos, también se
pueden equivocar y, si es necesario, no se debe dudar en pedir disculpas y
asumir la equivocación.
La conducta más apropiada de los padres en este período es mostrarse firmes
pero conservando el buen humor.
Algunos padres tienen la tendencia de considerar a este período tan difícil como
una especie de enfermedad que pasará con el tiempo y deciden armarse de
paciencia y tolerar todos los caprichos de sus hijos.
Si los padres muestran esta actitud permisiva los niños la asociarán como que se
nuevo poder les permite una gratificación inmediata. No necesitará esperar, ni
siquiera pensarlos mucho. Pareciera que el mundo está hecho de una serie de
botones que responden a su control.
Para que el niño aprenda a reflexionar sobre sus conductas es necesario que sepa
claramente que las advertencias de los padres estarán seguidas por
consecuencias en caso que no las observe.
Es preciso tener en cuenta que los niños aprenden mucho imitando a los padres
y observando sus actitudes, valores y comportamientos, y, por tanto, éstos deben
estar en consonancia con su discurso ya que de lo contrario perderán, a sus ojos,
todo su sentido. 5
La autoridad se basa en la confianza inspirada al hijo y la misma tiene sus raíces,
como ya lo hemos visto en las primeras semanas, no obstante lo cual es necesario
seguir alimentándola., en ningún momento debe aparecer la menor señal que
haga dudar al niño sobre si es amado.
También la autoridad se basa en la calma, si los padres se irritan le hacen el juego
al niño, pero como nadie es perfecto la mayor virtud es mostrarse natural, un poco
de enojo de vez en cuando no hace mal a nadie. Si los padres se muestran
enojados de cuando en cuando el niño aprenderá que este enojo es debido a que
traspaso el límite permitido.
Algunas reglas esenciales
• Explicar pero no discutir: el niño es muy pequeño para aprender a
argumentar con los demás. La situación de debate “le queda grande” y no
le sirve para el aprendizaje Es importante que los padres le expliquen los
motivos de cada orden, pedido o prohibición y se lo repitan con paciencia
dos o tres veces si es necesario.
• No gritar: No hay que dejarse arrastrar por el berrinche y ponerse a gritar.
Por el contrario es mejor hablarle suavemente y tratar de distraerlo, de
redirigir su interés.
• Transformar las prohibiciones en sugerencias Es importante aprender a
presentar las prohibiciones en forma positiva en lugar de decir “no te subas
al sillón con los zapatos” decir “me gustaría que te saques los zapatos para
subir al sillón, de lo contrario se ensucia.” Explicar una misma cosa de
forma positiva es una buena ejercitación para los padres a cualquier edad.
• Las sanciones: en esta edad la sanción es la reprobación sobre todo por
parte de la madre. La regla de oro es que los castigos deben utilizarse para
favorecer el desarrollo del niño lo cual no significa que haya que recurrir a
los mismos obligatoriamente, deben beneficiar al niño y no perjudicarlo.
• El arte y la manera de castigar: es necesario que las amenazas de los
padres sean seguidos por efectos reales., de lo contrario se pierde la 6
credibilidad y la autoridad. Después de las sanciones hay que guardar una
distancia durante un rato, la duración dependerá de cada chico y de la
circunstancia Luego habrá que hacer las paces. Esto no quiere decir que el
niño no volverá a repetir sus travesuras, pero si los padres le demuestran
confianza, legará el día que lo logrará.
• Las recompensas: la contrapartida de la sanción es la no sanción. El niño
necesita reprimendas pero también felicitaciones. El niño necesita y cuando
se lo merece ser felicitado por su comportamiento A la hora de acostarlo es
necesario darle una muestra de satisfacción suplementaria acompañada de
algunos mimos. Esta es la mayor recompensa.
http://www.estimulosadecuados.com.ar/msm6.htm
Dra. Marta Susana-Marín
Especialista en Psicología Clínica
direccionsanpablo@telviso.comEMILY PALAU
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