Enseñanza de niños con trastornos del desarrollo extraído del Manual del Profesor Ivar Lovaas
Los padres vienen a nosotros con cuentos de horror sobre un viaje reciente al supermercado, a un restaurante o a la casa de un vecino. Aunque algunas veces puede resultar divertido recordarlo, los incidentes en los cuales un niño ha tirado un estante de un gran almacén, ha tenido rabietas, o ha tirado comida en un restaurante son muy molestos y embarazosos para un padre. Otros incidentes, como ponerse delante de un coche en la calle o perderse en la playa, pueden poner en peligro la seguridad del niño.
En cualquier caso, el niño que es demasiado indisciplinado se aprisiona a sí mismo y a su familia. No es probable volver a un restaurante o a cualquier otro sitio público si todas las miradas están fijas en ti y el niño, puesto que gritó, tiró comida, mantel y platos la última vez que estuvisteis allí. De modo similar te volverás reticente a invitar gente a tu casa si tienes miedo de que el niño pueda desbaratar una cena. Incluso malos comportamientos leves, como el masturbarse delante de tus invitados durante la cena, es posible que te quiten las ganas de hacer una fiesta. Tú y el niño acabáis siendo prisioneros, por así decirlo; su mal comportamiento es su carcelero. Pero no tiene por qué ser así. Tu hijo puede llegar a ser la persona más atractiva y agradable de una multitud. Este capítulo sugiere algunas técnicas simples para hacer que la exposición a la comunidad sea segura y divertida tanto para el padre como para el hijo.
Enseñanza preparatoria
La mayoría de la gente está de acuerdo en que la mejor forma de atajar un problema es evitar que ocurra. La mayor parte del entrenamiento en sociedad del niño debería completarse antes de introducir al niño en un escenario social. El niño debería aprender algo sobre un lugar o cómo comportarse en ese lugar, mientras está en circunstancias más controladas o familiares de su casa o la escuela. No debería esperar a aprender nuevas formas de desenvolverse en un ambiente que es de repente nuevo, extraño y quizá espantoso. Por otra parte, un buen entrenamiento preparatorio asegurará que el niño, con tu ayuda, necesitará sólo trasladar una conducta ya bien establecida a nuevas condiciones.
Visitar una tienda
El entrenamiento preparatorio se puede ilustrar mejor utilizando un ejemplo concreto de una visita proyectada a una tienda. Empieza practicando «la tienda» en casa. Crea una pequeña tienda de ultramarinos en casa colocando algunas latas, tarros y cajas en un estante como en el mostrador de una tienda de ultramarinos, y consigue un carrito de la compra. Haz que alguien sea el tendero que maneja una caja registradora de juguete. Ten algo de dinero preparado para pagar la comida. Empezando con el paso más simple, enséñale simplemente a empujar el carro en una línea recta, y a seguir y a parar a tu orden. Apoya, recompensa y castiga al igual que en otros programas (utiliza cereales como recompensa al buen comportamiento y palmadas en el trasero por mal comportamiento). Haz que el niño pare el carro mientras tú pones objetos, y más tarde haz que él ponga los objetos en el carro según se lo pidas. Siempre actúa en pasos graduales. Por ejemplo, en el mostrador de pagar, primero deberías darle al cajero el dinero; más tarde enseña al niño a hacerlo.
Estará aumentando considerablemente su vocabulario receptivo en este entrenamiento: «Para», «Pon las judías verdes», «Necesitamos comida para gatos», «Dale el dinero al hombre». Al mismo tiempo estarás enseñándole a controlarse: «No, no corras, anda», «Manos abajo, no molestes», «Coge mi mano». Quieres estar razonablemente seguro de que el niño no dejará caer o tirará objetos de la compra, que no chillará cuando empuje el carro, o se comportará mal de otras formas antes de que vayas a la tienda.
Al planear la primera visita a un lugar público haz que sea corta y simple y que se centre en el niño. No lo lleves a una larga jornada de compras a un supermercado grande y bullicioso donde haya mucha gente y donde puedas quedar atrapado en una larga cola en la caja. Una pequeña tienda de ultramarinos local donde pudieras gastar unos 15 minutos sería una mejor elección. Quieres que haya tan pocos testigos como sea posible, en caso de que las cosas vayan mal o si tienes que reprenderle por propasarse.
Las primeras salidas deberían también subrayar la participación activa del niño, que puede hacer de una visita no sólo una ocasión a disfrutar sino también una experiencia de aprendizaje significativa. El papel de los padres debería ser el de apoyar y ayudar al niño a utilizar de un modo correcto las habilidades aprendidas en casa, y de alabar al niño profusamente por intentar hacer las cosas correctamente y por actuar de modo apropiado. Si el niño está ocupado actuando de modo apropiado, las posibilidades de mal comportamiento quedan considerablemente reducidas y las posibilidades de una próxima salida con éxito aumentan.
Aunque el entrenamiento y la planificación pueden sonar a imponente y dilatado, no es éste el caso. Una o dos horas en tres o cuatro tandas será probablemente suficiente para conseguir la enseñanza previa en casa. El niño debería, progresivamente, hacer cortas visitas a pequeñas tiendas y visitas más largas a tiendas más grandes en un período de una semana, con visitas a las tiendas fijadas cada dos días.
Visitar un restaurante
Lo que se ha dicho sobre qué hacer para que el niño se desenvuelva en tiendas se puede aplicar de igual modo a los restaurantes. Si el niño tiene problemas en desenvolverse en restaurantes, empieza enseñándole buenos modales en la mesa en casa, y haz que tu casa parezca un restaurante durante un rato para dar al niño la experiencia necesaria. Por ejemplo, una de las conductas más difíciles para el niño es aprender a esperar.
En casa todo el mundo se sienta cuando se sirve la comida, y casi inmediatamente se empieza a comer. En los restaurantes uno se sienta, espera, pide, espera algo más y entonces empieza a comer. Así pues, empieza enseñándole a sentarse y a esperar durante períodos cada vez mayores.
Cuando decidas salir a comer, ve primero a un restaurante de comida rápida, y de un modo gradual pasa a establecimientos más elaborados. Si el niño obra mal, puedes advertirle severamente y darle un pellizco en el trasero por debajo de la mesa. Si eso no funciona, puedes dejar la mesa con él y reprenderlo fuertemente fuera. Cuando haya dejado de comportarse mal, y ambos hayáis recuperado la calma, vuelve dentro del restaurante y a la comida.
Problemas en lugares nuevos
Hay algunos problemas poco usuales que pueden ocurrir cuando al niño se le saca de casa y se le coloca en escenarios diferentes. Con frecuencia, el niño no generaliza o traslada lo que ha aprendido en casa a la nueva situación. Puede ser obediente y responder correctamente a las instrucciones, como «Ven conmigo» y «Dame la mano», en casa, pero este dominio puede desaparecer en una tienda o en un restaurante. Esto parece particularmente verdad en los niños más mayores. En tales casos, el niño probablemente piensa que no se le castigará por comportarse mal en público; es decir, él tiene al adulto «con el agua al cuello» por así decirlo, y cree que puede escaparse con la mala conducta. Recomendamos que tome un poquito de «casa» y la saque al mundo exterior y esa pequeña cosa de casa puede ser la paleta. Si se le ha dado con ella en el trasero un par de veces en casa por comportarse mal, todo lo que tiene que ver es la paleta en el bolso de mamá mientras están en el mercado.
Escaparse
Algunas veces hay mucho alboroto y distracción en una tienda que hacen que el niño no guarde buenos modales. Particularmente, si él está a alguna distancia (unos 6 metros o más) lejos de ti en una tienda, o en la playa o en el parque, puede que no acuda cuando digas «Ven aquí», si se le ha enseñado a responder a esa orden cuando está sólo a 1 metro de ti en casa. El niño puede incluso intentar «dejarte» escapándose al oír la orden «Ven conmigo». Hay varias formas de remediar este problema. Por ejemplo, empieza enseñando «responder a distancia» en casa, de modo que se le enseñe a responder incluso aunque esté alejado. Otro método es tener a un segundo adulto (un cohorte o colaborador) presente al principio, para «hostigar» o «probar» al niño a propósito mientras tú estás en contacto y llevando la batalla.
Por ejemplo, deja que el niño se pasee; cuando la distancia sea 1 metro o más llámalo para que vuelva; si no viene inmediatamente, tu «colaborador» aparece rápidamente de una posición discreta cerca del niño y le administra la consecuencia apropiada (un severo «Vete» o una palmada en el trasero) antes de que el niño tenga una oportunidad de experimentar el refuerzo que obtiene por ignorarte o por escapar.
Un niño puede, a veces, correr cuando está exaltado o intenta jugar a un juego de «persecución contigo». Bajo estas condiciones debes utilizar una disciplina consistente y total. Cuando el niño empiece a escaparse deberías decir claramente «¡No!» y entonces andar lentamente hacia el niño, incluso si él continúa corriendo. En la mayoría de las circunstancias, correr hacia el niño sólo haría que se excitara más y, por tanto, que corriera más aprisa. Al alcanzar al niño, deberías decir firmemente «¡No, no te escapes!». Incidentes repetidos de escaparse deberían ir seguidos de disciplina física o una condición de aislamiento además de castigo verbal.
No se debería permitir libertades en casos de escapadas una vez que se ha exclamado el primer «¡No!». Es simplemente demasiado peligroso para niños retrasados escaparse, puesto que podrían hacerse daño (por ejemplo, la mayoría de ellos no entienden los peligros que implica el tráfico). El «¡No!» es la señal para indicar al niño que ha hecho algo mal y será, al menos, castigado verbalmente. La afirmación «¡No!» ayuda a llenar el vacío en tiempo entre esta exclamación inicial y lo que siga (más disciplina verbal, física o aislamiento). Un modelo que a menudo surge es la tendencia del niño a parar de repente al oír «¡No!» y entonces volver apresuradamente, en espera de recompensa. Aunque la aproximación del niño es de desear en este contexto, alabarle en este momento sólo alentaría repeticiones futuras de todo el patrón escaparse-volver. Por el contrario, seguir con la disciplina ayudará a desalentar tal patrón parecido al de un juego. Después de castigar al niño, puedes inmediatamente decir «Dame la mano» o «Quédate a mi lado» para proporcionar una experiencia de aprendizaje positiva, es decir, una ocasión que lleva al refuerzo o a la recompensa por un comportamiento de proximidad apropiado.
Tolerancia a la frustración
Un programa muy útil que a veces enseñamos de un modo explícito es el de la tolerancia a la frustración. La mayoría de los lectores pueden probablemente construir uno llegado este punto.
Presenta una situación frustrante (por ejemplo, comida en un plato a un niño hambriento), refuerza al niño fuertemente por una espera corta (cinco segundos) antes de empezar a comer. Apoya el comportamiento de «Aguantar» si es necesario dándole instrucciones («Las manos quietas», «Mírame»), o haciéndole preguntas («¿Qué clase de comida vamos a comer?»). Gradualmente aumenta la espera a uno o dos minutos antes de que se le permita comer. (Considera cómo podrías utilizar este tipo de programas para enseñarle a enfrentarse mejor con todo tipo de frustraciones. Por ejemplo, si el niño no puede soportar la crítica, empieza con una crítica leve, gradualmente aumenta a críticas más y más serias, reforzando al niño todo el tiempo por «mantenerse tranquilo».)
A menos que ya tengas un buen control sobre el niño en casa (o en alguna situación limitada similar), es hacerse ilusiones creer que el niño actuará apropiadamente en ambientes mayores, y más estimulantes. Se le tiene que enseñar primero a actuar apropiadamente en casa, entonces puede ser introducido en la sociedad.
Nota de Autismo Diario: Este es el texto literal de Ivar Lovaas, hay algunas recomendaciones que pueden ser cambiadas, por ejemplo, entendemos que el modelo de intervención conductual ya no requiere de palmadas, paletas ni otros sistemas similares. Es muy útil el rincón de pensar, cada vez que el niño presenta un mal comportamiento, puede ser reprendido con un rincón, u otra zona donde el niño pueda reflexionar. Los niños suelen, por norma general comprender cuando se están portando mal, pero si no ponemos límites a estas malas conductas, el niño se dará cuenta y se hará muy difícil que siga determinadas disciplinas. Los talleres de habilidades sociales son básicamente lo que Loovas nos está explicando, y son muy útiles para adecuar las conductas del niño a lugares públicos.
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