Los padres son quienes envían el mensaje, son el semáforo de sus hijos. En la vida real las luces de tránsito van del verde, al amarillo y de allí al rojo. "Imaginemos lo que sucedería si estas luces cambiaran a su antojo. No sabríamos cuándo parar y cuándo avanzar. Como padres, mientras más predecibles sean las señales que demos, más predecible será el comportamiento de los hijos. Cuando su luz esté en verde, sus niños podrán jugar y realizar sus rutinas diarias. Pero usted cambiará esa luz a amarillo cuando haga un pedido. Si su hijo no escucha (o cumple con ello), su luz se tornará roja, previniendo las consecuencias que se producirán. Si usted no hace esto, entonces lo indebido se producirá", señala el especialista y añade que mientras más predecibles son las señales de advertencia para los hijos en relación a una consecuencia por algo negativo o un reconocimiento por algo positivo, más predecible será cada vez el comportamiento de su hijo o hija.
A los niños les encanta divertirse y hacerlo todo el tiempo. Una vez que los padres hacen un pedido por el cual esa posible diversión termina o impide la distracción, los niños responden con comportamientos que van desde el llanto hasta las rabietas con la fuerza de un huracán. Si los niños saben que su comportamiento pueden cambiar las ‘señales de los padres', es muy posible que continúen con este para conseguir lo que quieren, hasta que la estrategia deje de funcionar.
DEL VERDE AL AMARILLO Y AL ROJO...
Cuando un semáforo funciona adecuadamente, el flujo del tráfico tiende a ser predecible. Si los niños ven a sus padres como predecibles y consistentes, sabrán que posiblemente su señal de verde (‘seguir adelante') irá a amarilla (‘una instrucción) y de allí a roja (‘una consecuencia'). Ellos saben que pueden decidir ya sea parar o seguir adelante, y que lo que escojan les llevará a consecuencias predecibles.
AMARILLO INTERMITENTEA los niños les encanta divertirse y hacerlo todo el tiempo. Una vez que los padres hacen un pedido por el cual esa posible diversión termina o impide la distracción, los niños responden con comportamientos que van desde el llanto hasta las rabietas con la fuerza de un huracán. Si los niños saben que su comportamiento pueden cambiar las ‘señales de los padres', es muy posible que continúen con este para conseguir lo que quieren, hasta que la estrategia deje de funcionar.
DEL VERDE AL AMARILLO Y AL ROJO...
Cuando un semáforo funciona adecuadamente, el flujo del tráfico tiende a ser predecible. Si los niños ven a sus padres como predecibles y consistentes, sabrán que posiblemente su señal de verde (‘seguir adelante') irá a amarilla (‘una instrucción) y de allí a roja (‘una consecuencia'). Ellos saben que pueden decidir ya sea parar o seguir adelante, y que lo que escojan les llevará a consecuencias predecibles.
Algunos padres hacen numerosos pedidos y/o amenazas seguidas por numerosas advertencias con consecuencias que se dan más tarde o nunca. Una vez que un hijo sabe que las luces de sus padres permanecen en amarillo por un largo tiempo y que posiblemente nunca se cambiarán a rojo, tendrá una pequeña razón para parar. Si es impredecible, esto llevará a los niños a ignorar a sus padres o a volverse desafiantes. Los padres que se quedan en el "amarillo intermitente", a menudo se frustran, pierden la cabeza e imponen más consecuencias punitivas que las necesarias. Mientras tanto los comportamientos negativos del niño escalan con la esperanza de cambiar las decisiones de sus padres. Si se imponen consecuencias a largo plazo que luego no se logran mantener, tales como castigar al hijo por semanas y no cumplirlo, esto envía al hijo el mensaje de que sus padres no cumplen con lo que dicen.
DE VERDE A ROJO
En ocasiones, un padre pudiera llevar su actitud predecible y su autoridad a extremos. Castigar sin pensar puede causar que esos comportamientos disminuyan temporalmente. Sin embargo, cuando esto sucede, un niño a menudo responde debido al temor y pudiera resentirse con sus padres porque el castigo le parece injusto. Al prevenir a los hijos se les da una oportunidad para pensar sobre las decisiones que tomarán, a sabiendas de que cualquiera que sea esta, enfrentarán una consecuencia específica por ello.
Según el autor, dar los siguientes pasos de forma predecible y consistente ayudará a promover las habilidades positivas de escucha de los hijos:
-Mantener la calma: Esto es más fácil decir que hacer. Los padres deben recordar a sus maestros y entrenadores del pasado. Aquellos que más respetaron durante su infancia seguramente fueron los que imponían reglas claras y eran justos y consistentes en su cumplimiento. ¿Por qué? Porque los estudiantes respetaban sus reglas predecibles y sus consecuencias cuando se imponían con aprecio y cariño. Hay que ser tranquilo y firme al mismo tiempo, en la mayoría de los casos el aprendizaje es más difícil si quien lo transmite grita al hacerlo.
-Premie a los hijos por seguir las instrucciones: El comportamiento positivo y apropiado debe ser tomado en cuenta. Hay que mirar frecuentemente las oportunidades para felicitar a los hijos por su atención y por otras señales apropiadas y responsables. Los niños responden mejor a los padres que les enseñan y responden tanto a su comportamiento positivo como al negativo.
-Ser específicos y directos: Dígale a su hijo cuál es el comportamiento que requiere de él y sea firme y directo al solicitar algo que debe ser cumplido. Por ejemplo, no diga "¿pudieras recoger tus juguetes?", sino "¡por favor recoge tus juguetes!". Los pedidos directos tienen mayor posibilidad de ser seguidos por ellos y por eso no conviene hacerlos en tono de pregunta sino de afirmación.
-No hacer preguntas múltiples sobre lo mismo: "¿Por qué tengo que pedir a mi hijo tantas veces que haga algo?". La pregunta debería ir hacia usted: ¿por qué lo hace? Gritar o hacer el mismo pedido una y otra vez enseña a los hijos a desconectarse porque no esperan una consecuencia de su parte por el incumplimiento de tal pedido. Hacer un pedido a los hijos cuando estamos al mismo tiempo realizando otras cosas solo hará que ellos se desenchufen y ni siquiera escuchen. Es importante para los padres que los hijos hagan lo que se les pida, así que deben dejar cualquier cosa que estén haciendo y hacerles saber directamente a sus hijos que el pedido es para cumplirlo en ese momento. Los pedidos no se deben hacer a larga distancia ni a gritos, pues no serán acogidos. Los hijos deben saber lo que sus padres les piden y asimilarlo. Por eso, hay que hablar con ellos, mirarles e incluso pedirles que repitan lo solicitado, así habrá seguridad de que comprendieron tal pedido y que es importante.
De inmediato debe dar seguimiento al pedido, ver si se cumplió o no y si se hizo bien, agradecer por el esfuerzo. Las consecuencias de un cumplimiento de tareas deben ser positivas y negativas en caso de incumplimiento. Los niños pequeños tienen un pésimo concepto del tiempo y por eso mientras más se demoren los padres en reclamar un mal comportamiento, menos efectivo será. Es importante, asimismo, que las consecuencias positivas o negativas se produzcan de inmediato y que no sean excesivas y peor aún abusivas. "Las consecuencias grandes no dan como resultado cambios grandes en el comportamiento, especialmente en los niños menores. Las consecuencias más pequeñas son más manejables y se pueden aplicar con mayor frecuencia con la certeza de que tendrán un mayor impacto", señala el autor. Añade que las acciones valen más que las palabras.
La paternidad y la maternidad son retos a menudo recompensados poco a poco.Informacion obtenida de: www.revistafamilia.ec/index.php/articulos-padres-e-hijos/2690-icomo-lograr-que-los-ninos-escuchen
Cosquillitas en la Panza
Stefania Erazo -Estudiante de psicologia clinica
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